Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1854-1856 (Cortes Constituyentes de 1854 a 1856)
Sesión: 3 de junio de 1856
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: n.º 395, 13.692, 13.693
Tema: Defensa de un artículo adicional presentado en relación a la construcción del ferrocarril Madrid-Lisboa

El Sr. SAGASTA: Señores, ya es ley, en lo que tiene relación con las Cortes, el documento que siendo dictamen de la Comisión yo tuve la honra de combatir, pero con la lealtad, con la buena fe y la franqueza con que combato o defiendo siempre las cuestiones que se traen aquí a la arena de la discusión, sin otra mira ni más aspiración que el bien de mi país, cuyos intereses estoy dispuesto a defender según mi leal saber y entender, por encima de toda otra consideración. Y tanto como antes fue el calor que yo empleé para combatirlo, tanto y más será si es necesario el que emplee para que ahora tenga cumplido efecto, dispuesto como estoy, no sólo a respetar, sino a sostener y defender con todas mis fuerzas la obra que las Cortes Constituyentes vayan levantando, por más que alguna de sus partes no me hayan parecido acertadas ni merecido por consiguiente mi aprobación. Los Diputados, pues, más directamente interesados en la ejecución de esta ley, pueden contar absolutamente sin restricción ninguna con lo poco que yo valga, con mis cortas influencias, con mi débil, pero leal apoyo, para que se lleve a debido efecto lo que la ley previene; pues si en la discusión del dictamen pudimos separarnos, juntos estaremos ahora para hacer que la ley sea una verdad.

El objeto de esta ley, Sres. Diputados, es la pronta ejecución de dos importantes ferrocarriles, el uno que ha de ser prolongación del ferrocarril del Norte, que ha de ser su complemento, que ha de completar la gran línea que partiendo de la unión de ambos mares en Cádiz, y atravesando el centro de la Monarquía española, ha de terminar en Irún, para enlazar allí con la vasta red de hierro que ya cubre el resto de la Europa; el otro el del vecino reino de Portugal.

Pero, ¿debemos llevar a cabo la ejecución de esta línea antes de que la Nación española ocupe en el vecino Reino, su amigo y aliado, la posición que debe y merece ocupar, la posición que en él ocupan otras Naciones? ¿debemos nosotros, Sres. Diputados, emprender esta grande obra antes que nuestros intereses se vean en aquel Reino libres de las trabas que hoy día tienen? ¿Procuraremos establecer comunicaciones férreas antes de que queden terminadas las negociaciones sobre comunicaciones terrestres y fluviales hace tiempo entabladas entre Portugal y España y siempre entorpecidas por aquella Nación con detrimento de la nuestra y para daño de ambas?

Yo creo que no, porque así lo exigen nuestros intereses, así lo reclama nuestro decoro y dignidad. Hace tiempo, señores, que se entablaron negociaciones entre el Gobierno español y el portugués sobre comunicaciones terrestres y fluviales, y a pesar de los esfuerzos de nuestro Gobiernos no ha podido conseguirse hasta ahora absolutamente nada. El que ahora es Ministro de la Gobernación, cuando hace poco tiempo tenía el honor de representarnos en aquel país, entabló otra vez las negociaciones por algún tiempo interrumpidas, y sin embargo de su mucho celo y grande actividad no pudo conseguir, según tengo entendido, otra cosa que evasivas que perjudican nuestros intereses y lastiman nuestro decoro. Nuestro embajador actual, a pesar de sus esfuerzos sobre este mimo asunto, no ha conseguido mejores resultados. Y entre tanto, señores, el Gobierno portugués no se presta a admitir el tránsito de nuestros frutos coloniales de Lisboa a la frontera, y viceversa de nuestros productos nacionales, especialmente de nuestros vinos; resultando de aquí que los reglamentos portugueses han anulado completamente las concesiones que hace mucho se nos habían hecho.

En el día nuestros trigos bajan desde la Fregeneda hasta oporto, pero en cambio los artículos que necesitan nuestras provincias fronterizas encuentran a la subida obstáculos insuperables. Mientras estas negociaciones no queden determinadas no tienen aplicación a la navegación del Duero y Tajo las reglas establecidas en el tratado de Viena, que constituyen parte integrante del derecho público europeo sancionado definitivamente con la aquiescencia del Gobierno turco en lo que tiene relación con el Danubio.

El Gobierno turco, señores, ha concedido y concede a otras Naciones en el Danubio lo que la Nación española no ha podido aún conseguir de su amiga y aliada la Nación portuguesa, en la que tiene relación con los ríos Duero y Tajo.

Mientras estas negociaciones no se terminen, no es posible establecer las aduanas mixtas, que son indispensables, tanto en la costa como en la frontera, para evitar los obstáculos que de otro modo entorpecerían nuestro comercio, y para quitar al mismo tiempo todo motivo al que al contrabando se dedica. Mientras estas negociaciones no se terminen, siguen sufriendo nuestros nacionales en aquel país trabas sin límites, recargos de contribución personal que nadie sufre; y lo que es peor todavía, siguen pasando por la humillación de que no se les reconoce el derecho a ser admitidos en los hospitales, a la beneficencia pública, derecho de que gozan en aquel país, no sólo los portugueses, sino todos los extranjeros, excepto los españoles. Veinte mil gallegos hay en Lisboa, y 10.000 en Oporto, y todos ellos pagan un recargo individual de 2 a 3 duros mensuales, y a unos y a otros se les imponen deberes que no se imponen a los demás extranjeros; y mientras que todos los extranjeros están exentos de ciertos deberes, a los españoles se les obliga a llevar a los heridos, a conducir a los muertos, a asistir a los incendios, cerrándoles sin embargo las puertas de los hospitales, abiertas para todos los demás extranjeros.

Basta esto, señores, para que se comprenda la oportunidad de mi enmienda; porque no sería justo que fuéramos nosotros a abrir las puertas de Europa a un pueblo que cierra las puertas de sus hospitales a [13.692] nuestros pobres compatriotas; porque no sería justo que fuéramos nosotros a procurar la asistencia al concurso de la civilización a quien niega la asistencia pública a nuestros desvalidos nacionales.

Hágase en buena hora ese ferrocarril: nadie lo desea más que yo; lo he dicho una y repetidas veces; pero concédanos aquel país lo que concedernos debe, lo que está en su decoro conceder, y sea nuestra posición allí lo que debe ser, la que tienen en él las demás Naciones. Hágase ese ferrocarril en buena hora; pero para ello es preciso hacer ver a la corte de Lisboa la importancia que va a adquirir con eso, aunque a costa de nuestros puertos: téngase esto muy presente, y páctense con el Gobierno portugués para la navegación de los ríos Tajo y Duero las mismas cláusulas que se adopten para el ferrocarril; y es preciso que se exija el cumplimiento de lo acordado en el tratado de Viena, que fue sancionado en definitiva con la aquiescencia de todas las Naciones europeas.

Es preciso también, señores, en vista del considerable aumento que por el ferrocarril tendrán los viajeros portugueses en España, que desaparezcan los recargos de contribuciones que pesan sobre nuestros nacionales, y sobre todo, que desaparezca del todo la humillación de que se impongan a nuestros nacionales deberes que no se imponen a nadie, negándoles al mismo tiempo derechos que a todos se conceden; y es necesario, por último, Sres. Diputados, que entremos en la vía de la reconciliación prevista por la filosofía y la historia, y siempre entorpecida por antipatías personales, por la diferencia de la legislación aduanera, y sobre todo, por la ignorancia completa de las condiciones geográficas e históricas en que se encuentran los dos países. Cuando esa antipatía, cuando esa diferencia en la legislación aduanera cese, cuando cese esa humillación que pesa sobre nuestros compatriotas, el ferrocarril se hará; y todo eso debe cesar, aunque no sea más que por gratitud, en reciprocidad de las concesiones que nosotros les hemos hecha graciosa y espontáneamente en diferentes ocasiones.

El ferrocarril, pues, debe hacerse cuando se concluyan esas negociaciones, que algunas horas solas bastarán para terminarlas, y sin embargo, hace muchos años están pendientes, sin que nunca se las vea llegar al término deseado, y que tan justamente se reclama. Conclúyanse, pues, esas negociaciones: algunas horas bastan para terminarlas; quizá media docena de horas basten: dedique, pues, el Gobierno portugués esa media docena de horas a esas negociaciones, y quedarán terminadas, y el ferrocarril no se detendrá ni un solo día, y el ferrocarril se hará; y la locomotora que salga de Madrid irá a parar a Lisboa al mismo tiempo que la que parta de Lisboa podrá, atravesando el centro de la Monarquía española, pasando por medio de la Europa civilizada, marchar silbando con la rapidez del viento sin obstáculo ni impedimento alguno, a penetrar en los mares de Moscú. He dicho.



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